miércoles, 22 de diciembre de 2010

Las postales navideñas

Para gustos los colores es lo que siempre se ha dicho.

Permitan que les cuente algo en las líneas que siguen acerca de las postales de Navidad. Lo cierto es que no puedo dejar de observar las decenas de paquetes con postales navideñas que se amontonan en puntos estratégicos de los centros comerciales, de diferentes marcas sin pretendido ánimo de lucro, que intentan hacer su navidad como cualquier otra industria. La suya, por supuesto, damos por entendida que viene en provecho de otros que más lo necesitan, como suele decirse...

El pensamiento que hoy trae estas palabras aquí viene precedido del hecho, tan cuestionable como opinable, de que en todos esos paquetes de postales siempre hay uno o dos diseños o modelos, que rompen la estética del conjunto.

Tomemos un ejemplo cualquiera, por supuesto al azar y sin entrar en marcas concretas. Cojan una de estas cajas de mensajes navideños y observen la temática. Con certeza tendremos más o menos estas imágenes: una representación del típico belén, (con suerte tal vez incluso alguna obra clásica); la típica estampa del paisaje nevado (con casita o solo el bosque, pero siempre con el cielo bien estrellado); los renos voladores tirando del carrito de quien ya saben, (la luna al fondo es opcional); el mullido árbol de navidad lleno de cajas de colores en un conjunto bien colorido, no apto para daltónicos; una vela encendida, por supuesto rodeada de guirnaldas con aspecto evidentemente navideño; y luego de repente: ¡pum!, cogen y nos ponen, qué se yo, al muñequito de jengibre, o una botella en la que el tampón sale con las burbujas...

¿No notan que tiene poco que ver con el resto de imágenes tradicionales y evidentemente sobrias de la Navidad del conjunto?

Es como si dijesen: “Toma: cuatro postales de la Navidad tradicional, y una o dos que nada tienen que ver, para que se las coloques a ese compañero de trabajo o antiguo amigo del colegio que no nos importa demasiado, pero al que hay que enviarle una postal”.

En fin, en estos días es lo que hay.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La amenaza de Andrómeda

Michael Crichton (también pueden encontrarlo erróneamente como Chripton) es el autor de esta novela. De su obra, ésta es también la primera que luego fue llevaba al cine en 1971 por Robert Wise. Por si aún no han caído, habrá quien seguro también le recuerde por la saga de novelas (luego películas) de los dinosaurios. En efecto, se trata del mismo autor.

Yo tenía muy buen recuerdo de la película homónima y llevaba meses intentando volver a ver aquella versión original, y no el "rehecho" del mismo título de 2008.

En esos pensamientos estaba, cuando casualmente me crucé en el autobús con alguien que leía la novela. Me di cuenta que mejor, más fácil y rápido que intentar volver a ver la peli, era leer el libro.

El mismo día conseguí el título en formato .fb2 y crean si les digo que es una obra que se tarda en leer poco más de lo que se consume en digerir la película.

Por supuesto, la película es una gran adaptación: cientos de hilos cinéfilos no pueden admitir otra cosa, pero como suele ocurrir, el libro contiene pensamientos y recuerdos de los personajes que difícilmente pueden ser reflejados por los actores o un director de cine.

El acierto del relato además se plantea como si realmente se tratase de un hecho verídico, y eso sin duda le da más fuerza. Por si esto fuera poco, se añade al final varias páginas con bibliografía y publicaciones de prensa en los que basó el autor.

Sin duda, una lectura muy recomendable.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Epílogo

Vanesa entró en la habitación sin hacer apenas ruido, aunque su presencia no había pasado en absoluto desaperciba por el personal médico y sanitario del hospital. Era una rubia auténtica de ojos verdes. ¿O eran azules? Llevaba el pelo recogido en una especie de moño detrás de la cabeza, sujeto con uno de esos pinchos diseñados para ello. Vestía unos vaqueros y una camiseta blanca de tirantes.

Se acercó a la cama donde estaba Andrés. Él seguía inconsciente. Todavía no se había recuperado de su accidente, aunque ya hacía dos días que se había caído por las escaleras de la casa de Sandra.

El doctor Del Tell en esos momentos estaba terminando su ronda y anotaba la evolución del paciente en su libreta.

  • Buenos días – dijo Vanesa.
  • Buenos días – dijo él.

El doctor Joan M. Del Tell era un joven especialista en problemas traumatológicos relacionados con el cerebro. Se había licenciado en la autónoma de Barcelona y eventualmente se encontraba en este hospital realizando algunos trabajos para mejorar su currículo. Era muy joven pero sus avances intuían un futuro prometedor con importantes logros para su campo de estudio.

  • ¿Se pondrá bien? – le dijo ella.

Vanesa Más era una joven poco común. Era una chica inteligente, muy guapa y atractiva, tanto como para ser una bailarina semiprofesional de danza del vientre. Hacía casi cuatro años que conocía a Andrés.

  • No lo creo – contestó el doctor – Sufrió un fuerte traumatismo en el cráneo y es posible que no despierte, o que lo haga con graves secuelas. ¿Ustedes son familia?
  • Más o menos. Es mi novio.

FIN

lunes, 22 de noviembre de 2010

IIIª Parte. El vestido rojo, 4

Los vecinos no tardaron en asomarse a la escalera para ver qué había ocurrido. Don Tomás, el señor del tercero B, salió con su cámara de video. Su mujer me preparó una tila mientras intentaba taparme un poco con una toalla de playa. Creo que le preocupaba más cómo iba vestida yo que ver a Andrés tirado al final de las escaleras. Me felicitó por haberle empujado y me dijo que seguro que se lo merecía. Tuve que decirle que la toalla no era necesaria y que me dejase en paz. No me hizo caso. Creo que estaba sorda.

Enseguida llegó la tele y casi al mismo tiempo la policía y una ambulancia. Salieron los camilleros mientras la policía acordonaba la zona. Todos eran muy amables conmigo. Uno de los policías me dijo que le acompañase para hacerme algunas preguntas.

Paso un buen rato. Quizá una hora. Estaba con un policía dentro de una furgoneta cuando vi que llegaba Pati. Verla viva no me asombró ni me molestó más que comprobar cómo otra vez había cogido mis deportivas. Andaba rápido cogida del brazo de Jorge. Podía ver claramente que estaba nerviosa, tal vez preocupada. Los dos estaban sorprendidos por todo lo que se había montado allí. La policía les dejó pasar. Pati les había dicho que éramos familia. Nada más oír eso me recordó cuánto la odiaba. Llegaron hasta donde yo estaba y Pati cogió mi mano. Me preguntó si estaba bien. Le contesté que sí.

-¿Y vosotros dos?- le dije a Pati extendiendo mi duda por su brazo hasta el abrazo de Jorge.

-Juanito acababa de llamarme y me ha dicho que algo pasaba en tu piso. Me ha dicho que había venido la policía y una ambulancia – dijo él.

-¿Qué ha pasado, prima? ¿Tú estás bien? - insitió Pati.

Sentí ganas de lanzarme sobre su cuello y arrastrarla de los pelos hasta la puerta del apartamento, en el segundo piso, solo para empujarla y dejarla caer como había hecho con Andrés. No sé por qué no lo hice, porque en aquel momento me parecía una idea excelente. Cerré los ojos y traté de concentrarme en lo ocurrido en las últimas horas. Respiré profundo y le contesté:

-Yo estoy bien, Pati. Andrés se ha caído por las escaleras. ¿Cómo es que vosotros dos vais juntos? - le dije a Jorge-

-Hay que probarlo todo en esta vida -contestó él burlón-

La miré a ella y vi cómo no podía ocultar una risita boba. Consideré en ese momento que arrastrarla a ella sola hasta el segundo piso no era suficiente, y que tendría que hacer otro viaje para cargar con Jorge también y empujar a ambos por las escaleras. Aquello sin duda era lo más acertado, aunque había un problema: uno de ellos caería sobre el otro amortiguando así el golpe y la caída... Pensé que sería mejor pedirle una pistola a alguno de los policías que allí había.

El policía amable me dijo que teníamos que irnos. Era guapo. Miré su manos y no vi que llevase anillos. Quizá era soltero. Subimos al coche y nos alejamos del apartamento. Por la ventanilla pude ver cómo Pati abrazaba a Jorge. Se besaron mientras las luces de colores simulaban fuegos artificiales.

Definitivamente el próximo verano no la dejaría venir para pasar las vacaciones conmigo en mi apartamento.

FIN de la III PARTE

lunes, 15 de noviembre de 2010

IIIª Parte. El vestido rojo, 3

Pati no estaba en el apartamento, y eso no era buena señal para una sosa como ella. Quizá el plan de Jorge no había salido bien y ella y Andrés habían terminado juntos. Quizá ahora estaban los dos abrazados en algún rincón de la playa.

Les estaba maldiciendo mientras caminaba hacia el baño cuando vi el vestido de Pati tirado sobre la cama. Quise acercarme para comprobarlo y tropecé con un zapato suyo que estaba en el suelo. Eran los tacones que más le gustaban a Pati y estaban tirados por en medio de la habitación. ¿Qué hacían sus zapatos preferidos, los que había elegido para aquella noche, allí tirados?

Sonó el timbre de la puerta, el del portal de la calle. Ese debía de ser Jorge que había vuelto para que no pasase sola la noche. Me alegré al pensar que fuese tan cabezota y que hubiese decidido insistir en hacerme compañía porque me estaba empezando a asustar. Abrí la puerta y salí al pasillo para recibirle.

El pasillo estaba en penumbra, iluminado con la luz de las farolas que entraba por los ventanales que daban a la calle. La luz era escasa pero suficiente para ver perfectamente que quien subía no era Jorge, sino Andrés. Me quedé blanca, pálida. No quise sacar conclusiones y le pregunté dónde estaba mi prima. No respondió pero se le escapó una pequeña risa, casi histérica. Empecé a gritarle preguntándole dónde estaba ella.

Andrés todavía debía de estar borracho, o posiblemente drogado, porque únicamente me contestaba “Sí, sí”, “Te quiero”, “Te he querido siempre”.

Vi entonces con gran sorpresa que llevaba la camisa y las manos manchadas de sangre. Empecé a gritar y le empujé por las escaleras. Se cayó. Bueno... le empujé. Creo que ni siquiera se dio cuenta de que se estaba cayendo. Seguía sonriendo y gritando que me quería. Vi cómo caía y oí cómo algo le crujió al llegar al suelo. No se si fue una pierna o tal vez el cuello. Él seguía sonriendo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

IIIª Parte. El vestido rojo, 2

Casi al mismo tiempo que Pati salía, vinieron a recogerme Jorge y sus amigos. Nos fuimos a las calas de la playa. Allí estuvimos bebiendo y bailando como hacíamos todos los fines de semana. Jorge era ese amigo gay que siempre estaba para lo que pudiera necesitar. Le conocía de toda la vida. Me vio triste y me preguntó qué me ocurría.

  • Ya lo sabes – le dije - Lo de siempre: Pati está pasando la noche con Andrés.

  • ¿Todavía se ven en el centro?

  • Sí. Donde todos los años... ¿Cómo se llama ahora?

  • “Baño”

  • Sí, es verdad

Nos miramos Jorge y yo y empezamos a reír como pocas veces suele reír uno. ¿Cómo habían sido capaces de quedar en un lugar que se llamaba “Baño”? En serio, que los dos eran increíbles. Jorge sí que era un buen amigo. Estuvimos hablando un buen rato e intentó que no pensase en Andrés. Se lo agradecí mucho pero no podía hacer nada más. De pronto me dijo que podía ayudarme. Unos amigos suyos solían ir mucho por allí, e incluso él mismo era muy buen amigo del camarero. Me dijo que podía echarme una mano. Me convenció y le faltó tiempo para llamar a Juanito, quien resulta que había sido su novio durante algunos años.

  • Ya está hecho – me dijo-. Tu amigo Andrés esta noche solo va a dormir. Será mejor que le pongas un mensaje a Pati para que no sospeche.

    Así lo hice. Cogí el móvil y le envié un mensaje a Pati para que se viniese a la playa con nosotros. Añadí que también podía venir con Andrés. Pulsé la tecla de enviar y los minutos entonces pasaron a ser eternos. Pati no contestaba y yo no podía dejar de mirar el reloj. Necesitaba una respuesta de Pati, y además quería saber si Andrés se encontraba bien. En el fondo me arrepentía un poco de la participación de Jorge, aunque él me aseguraba que no había de qué preocuparse... Aunque éramos muy amigos su sonrisa picarona me hacía desconfiar.

    El reloj ya marcaba casi las dos cuando decidí que era suficiente por este año. De nuevo yo había perdido y la boba de Pati podía quedarse con Andrés. Le dije a Jorge que me llevase a casa y así lo hizo. Me dejó en la puerta y se marchó aunque no sin intentar antes acompañarme para tomar una última copa. Le di las gracias y un beso y nos despedimos hasta el siguiente fin de mañana. Estaba muy cansada y quería descansar. Por fin estaba en casa.

  • martes, 2 de noviembre de 2010

    IIIª Parte. El vestido rojo, 1

    Por fin es día 31. Por fin es final de mes. Hoy terminan las vacaciones de la prima Pati, y además coincide con la fiesta de fin de verano que organiza Jorge. Le he dicho a Pati que podíamos pasar la noche en las calas y me ha dicho que no. No la aguanto. Menos mal que hoy se marcha. La muy cursi se ha pasado los quince días tomando el sol como una tostada. Apenas hemos ido cuatro días al centro comercial, las dos juntas de compras, y encima terminó cogiendo la misma ropa que yo. No la aguanto. Espero que no vuelva el verano que viene.

    ¿Y Andrés? ¿No se da cuenta? Él no la hace ni caso, y ella siempre anda detrás de él. No se quién de los dos es más penoso. Les odio a los dos. A veces creo que los encerraría juntos y los mataría a los dos. Les cogería y, y... Me faltan las palabras... Pero...

    Vale, es mentira. No los mataría. No a los dos. Solo a ella. A él, a él... A él le he querido desde el primer día que le vi. Sus ojos, su pelo, sus brazos fuertes, sus camisas siempre medio abiertas... Ese rizo muy de los 80 que le baila sobre la ceja izquierda, su voz, su sonrisa...

    He contratado todas las promociones estúpidas que ofrece el mini-banco donde trabaja. Constantemente froto las tarjetas de crédito con el móvil para poder pedirle que me haga una nueva. Incluso he llegado a atascar el cajero para que tenga que salir a ayudarme... Siempre hago que me atienda él, y él no se da ni cuenta. Siempre me pregunta por Pati: “¿Y tu prima? ¿Y Pati? Solo faltan 8 meses para que vuelva... Solo faltan 6 meses... Solo faltan 2 meses...” Le odio, le..., le...

    No es verdad. Le quiero. Y no se dan cuenta ni él ni la estúpida de mi prima. No se cómo se me ocurrió presentarlos. Ojalá no lo hubiese hecho. Ojalá mi prima no hubiese venido nunca a verme ni a pasar aquí sus vacaciones. Ojalá... Da igual. Ya no me importa.

    Eran las 12 y casi había conseguido que Pati llegase tarde a su cita. Yo estaba terminando de vestirme para quedar con los chicos de la cala y ella se dio cuenta de cómo me quedaba el vestido rojo, el mío. Vio cómo iba yo y decidió ponerse el mismo vestido. Esta chica nunca tuvo mucha personalidad... Es increíble que seamos familia.

    lunes, 25 de octubre de 2010

    IIª Parte. El secreto de Pati, 4

    • Hasta el año que viene – me dijo

    No sabía bien si echarme a llorar o a reír. Todos los años lo mismo. Le quería mucho pero no le aguantaba que no se diese cuenta de ello. A lo mejor Sandra tenía razón. Me pasaron por la mente todos los veranos que habíamos pasado juntos, y por primera vez comprendí que aquel chico no era para mí. En un segundo despareció toda la magia y lo que había estado sintiendo por él. Decidí que el próximo año no iba a volver a ocurrir lo mismo. No otra vez. Este había sido sin duda el último verano que vendría a pasarlo con Sandra y con él. Por supuesto no tenía ninguna gana de explicarle todo esto a Andrés.

    • Un beso – fue lo único que pude contestar al tiempo que dejaba escapar uno desde mis labios hasta su mejilla.

    Supongo que Andrés en el fondo no era tonto y algo debió de notar en mi rostro, porque me dio la sensación de que a él también le cambiaba la cara. Sin embargo no me dijo nada. Ya no importaba; no me importaba.

    Subí a casa y me quité los zapatos. Cómo odiaba esos tacones y qué ganas tenía de quitármelos de una vez. Cómo odiaba de pronto todo lo que me recordaba a Andrés. Me quité los zapatos y la tirita que había llevado todo el día en el tobillo izquierdo. Me quité el vestido y me fui para la ducha.

    Estaba a punto de abrir el grifo cuando vi en el móvil que se iluminaba la lucecita característica indicando que había recibido un mensaje. Era Sandra: nos invitaba a mí y a Andrés a la fiesta de sus amigos en las calas. Decía que si yo quería podían venir ellos a buscarnos. Miré el reloj. Eran casi las 2 y no tenía ganas de dormir. Ya habría tiempo de hacerlo mañana todo el día en el tren. Me di esa ducha que tenía prevista con agua fría y me puse unas deportivas para ir a las calas. Supuse que no le importaría a Sandra que se las tomase prestadas. Nunca le importaba y las suyas eran más bonitas. Pensé que si cogía la moto yo llegaría antes de que todos se presentasen en el centro para recogernos... para recogerme.

    De pronto sentí unas inmensas ganas de pasarlo en grande con Sandra y sus amigos. Me alegré de haber aclarado lo mío con Andrés. Ahora volvía a ser yo misma.

    FIN de la II PARTE

    domingo, 17 de octubre de 2010

    IIª Parte. El secreto de Pati, 3

    Andrés era muy cinematográfico. Me acerqué a él y le di un beso, momento en el que no se me escapó cuánto le gustó el perfume que yo había elegido para aquella noche. Normal: pensaba en él mientras lo aplicaba por mi cuello y en la nuca, en las muñecas y en el escote.

    Aunque daba igual. Durante todo el tiempo que nos conocíamos, y mientras hablábamos, jamás vi que Andrés desviara sus ojos de los míos por mucho escote que yo llevara. Solo por eso le apreciaba mucho. Siempre que hablábamos nos mirábamos todo el tiempo a los ojos, lo cual por cierto tenía su mérito porque el vestido que había elegido aquella noche especialmente era de todo menos discreto.

    Andrés era un buen chico, pero había algunas cosas que no entendía de él. Por ejemplo que me esperase siempre con un cigarro en la mano. Yo ya sabía que él no soportaba el tabaco. De hecho yo intentaba no fumar cuando estaba con él para no hacerle toser. No se por qué insistía en pretender parecer un fumador. Nunca se lo dije, pero yo hacía años que sabía que él no fumaba. Cosas de hombres supongo...

    Estuvimos hablando un buen rato y al final dejó caer que se había dado cuenta del vestido que llevaba. El muy bobo me dijo que parecía una ¡princesa!... Me dio un ataque de risa tan fuerte que casi me caigo del taburete... Hablamos de las tonterías de siempre y al final me dijo que me acompañaba a casa. ¿Qué diablos tenía que decirle para pasar la noche juntos?

    • Hasta el año que viene – me dijo.

    lunes, 4 de octubre de 2010

    IIª Parte. El secreto de Pati, 2

    Menuda bronca me soltó la boba de Sandra nada más oír el nombre de Andrés. Yo la quiero mucho, pero hay momentos en los que me da la sensación que se transforma en un enjambre de moscas y solo la oigo zumbar en torno a mis oídos. “Pati haz esto”. “Pati, tienes que venir”. “Pati no vayas”. En serio, que a veces no hay quien la aguante.

    Al final decidí que podíamos tener planes diferentes y le dije que ella hiciese lo que le diese la gana, que yo me iba con Andrés. Ya no protestó más aunque me miró con cierto odio cuando le dije que yo también me iba a poner el vestido rojo. Las dos usábamos la misma talla y solíamos compartir la ropa. Cuando alguna vez comprábamos lo mismo nos prometíamos que no nos lo íbamos a poner para salir juntas.

    Llegué al bar donde Andrés y yo solíamos vernos todos los veranos. Debían ser casi a las 12. Era un lugar al que yo ciertamente no hubiese entrado nunca, pero creo que a Andrés le gustaba. Además del mal gusto de la decoración y la música se sumaba el ridículo nombre que año tras año iba mejorando. El de esta temporada, -insuperable-, era: “Baño”. ¿A quién se le había ocurrido? ¿Qué de atractivo tiene decirle a alguien “nos vemos en el Baño”, o “quedamos en el Baño”? A Andrés creo que esta vulgaridad le hacía gracia. No me sorprende que Sandra no quisiera venir. En esto al menos le daba la razón.

    Cuando entré en el “Baño” ya se había formado la neblina de humo tan característica del local. Al fondo estaba él con una copa y un cigarro en la mano esperándome. No se cómo lo hacía pero siempre se ponía al fondo del local, obligándome a pasar por delante de todos los mirones y musculitos de playa.

    lunes, 27 de septiembre de 2010

    Red Princess. II Parte. El secreto de Pati, 1

    Había quedado con Andrés sobre las 12 pero no estaba segura de acudir a tiempo a la cita. Estuve toda la tarde discutiendo con Sandra porque me decía que todos los años hacíamos lo mismo mi último día con ella en la playa, y de nuevo volvió con eso de que me olvidase y se lo dejase a otra, o que me enrollase de una vez con él. Además me recordó, como todos los años, que había sido ella quien nos había presentado.

    Yo la quiero mucho a ella. Es mi prima y siempre me deja alojarme en su piso cuando vengo de vacaciones, pero a veces se pone de un pesado que no hay quien la aguante.

    Andrés era mi amigo desde que empecé a pasar los veranos aquí, hacía ya unos tres años. Él era un chico simpático con el que compartía bastantes cosas. Para empezar no era el típico tío mosca que solo se fijaba en mi cuerpo, o el típico chico-guay que empezaba con el rollo natural preguntándome si estaba en contra de los rayos ultravioletas, o dándome la lata contra el tabaco, y diciéndome en todo momento lo guapa que era. Esos tíos me ponen enferma incluso de lejos.

    Andrés no era de esos. Él era un chico sincero, al que no le importaba que fuese guapa -creo sinceramente que hay personas a quienes les molesta que una sea atractiva-, o que fuese vestida como yo quiero. Él no era superficial y me hacía reír muy a menudo.

    Sandra sin embargo estuvo muy desagradable con eso de que mañana ya me iba. Primero porque quería que fuésemos al centro comercial en lugar de dejarme pasar mi último día en la playa, y luego diciéndome que podríamos quedar con sus amigos del gimnasio, que vendrían a recogernos con su Mini descapotable para ir con ellos a las calas. Le dije que pasaba de otra noche de botellón y que prefería quedar con Andrés.

    lunes, 20 de septiembre de 2010

    Red Princess. Iª Parte. El último cigarrillo, 4

    Creo que ya eran las dos cuando me encontré, de pronto y por segunda vez en aquella noche, que estaba volviendo a casa. Elegí de nuevo el camino del callejón de los graffiteros. Sin darme cuenta pisé un bote de pintura porque andaba con los ojos medio cerrados, y casi me hizo caer. No llegué al suelo porque me apoyé en la pared. Pero al hacerlo noté cierta humedad en la mano: la pintada no estaba seca todavía y me había manchado toda la mano. Comenzaron a salir maldiciones por mi boca, acordándome de los niños y de sus padres, mientras se limpiaba con la camisa. Y no se cómo, vino de pronto una idea a mi cabeza. Fui al escondite donde guardaban los sprays llenos de pintura y volví al apartamento de Pati. Allí, frente a su casa, le dejé un mensaje en la fachada para que supiese que la quería. El spray que había cogido resultó ser de color rojo, igual que el de la pared que había manchado mi mano y yo sobre mi camisa. Mi cabeza no estaba para pensar, pero en esa lucidez que proporciona el alcohol y la falta de sueño, pensé que no quería que se enterase todo el vecindario que estaba enamorado de ella. No se cómo conseguí escribir unas palabras. Pensé que si lo dejaba escrito en inglés solo lo entendería ella. Sentía que no volvería a verla y el gesto, aunque infantil, era sin duda lo más cercano a decirle que la quería.

    Ya estaba hecho.

    Iba a volver a casa pero mis pies me dejaron en el portal de Pati. Creo que llamé al timbre, porque la puerta se abrió. Subí las escaleras de los dos pisos hasta su puerta y allí estaba ella con su precioso vestido rojo. Cambiamos unas palabras que no entendí, porque me dolía tanto la cabeza que me parecía que gritaba. No sé qué me preguntó pero le dije que sí, que la quería y que siempre la había querido. Me dolían demasiado los oídos y la cabeza.

    Luego por fin pude descansar después de una noche tan larga. Supongo que nos acostamos o tal vez solo que me quedé dormido.

    FIN de la PRIMERA PARTE

    lunes, 13 de septiembre de 2010

    Red Princess. Iª Parte. El último cigarrillo, 3

    Me gustaba, claro que me gustaba. Pero éramos amigos. Durante los últimos tres veranos nos habíamos estado viendo, y charlábamos y luego... nada más: nos despedíamos. Éramos amigos. Ella era profesora de inglés, aunque había terminado trabajando en una empresa de muebles, y yo continuaba en mi oficina de la sucursal de ahorros del pueblo. Creo que nos gustábamos mutuamente, pero yo nunca se lo dije. Tampoco ella me hizo nunca ninguna insinuación sobre esto.

    Al final de la noche la acompañé a su casa como hacía todos los veranos y allí nos despedimos. Me miró en ese instante un segundo, como jamás antes recordaba que lo hubiese hecho, como si estuviese a punto de decirme algo, pero debió cambiar de opinión y desvió la mirada.

    • Hasta el año que viene -le dije.

    • Un beso – me contestó ella.

    Así se acababa para mí otro verano. Estaba contento porque había pasado la noche con Pati, pero un poco triste porque no volvería a verla hasta el verano siguiente. Iba a volver a casa, pero no se por qué mis pasos me llevaron de nuevo al “Baño”. Otro cigarrillo me hubiese hecho vomitar, así que le di el paquete de tabaco al camarero. Juanito era un conocido de toda la vida que llevaba en el “Baño” desde que se abrió. Yo sospechaba que era él quien le sugería al dueño los cambios de nombre. Como éramos amigos le pedí que me dejase la botella de mojitos.

    Casi una hora después se me acercó de nuevo Juanito y me preguntó al oído si quería algo mejor que el alcohol. No me dio tiempo a responder porque ya había colocado en mi mano una especie de cigarro. “Este es para olvidarla” creo que dijo. Intenté rechazarlo dándole las gracias, pero él me cerró la mano negando con la cabeza para que no se lo devolviese. Esbozó una extraña sonrisa y me ofreció fuego. No quise ofenderle, y como para entonces ya había bebido lo suficiente como para empezar a reír y no parar, decidí que estaría bien fumarme el último cigarrillo del verano.

    lunes, 6 de septiembre de 2010

    Red Princess. Iª Parte. El último cigarrillo, 2

    Llegó puntual, después de dos mojitos y medio, y el segundo cigarro que me estaba matando. Yo no fumo. De hecho odio el humo y el tabaco. Pero un cigarro queda estupendo en la mano cuando estás esperando a alguien. Sobre todo si es una chica guapa a quien no le va a importar porque ella también fuma. La vi avanzar con su minivestido rojo-rubí y me dedicó una enorme sonrisa. Por suerte vino sola, lo cual significaba que se había peleado con su prima, otra vez. Me alegré nadie sabe cuánto, porque la prima de Pati era una pesada de cuidado y siempre la hacía llegar más tarde de la hora convenida. Aunque parecían hermanas, -su parecido era increíble-, su prima era una estúpida. No se por qué, pero desde que ella nos presentó siempre tuve la sensación de que no le gustaba que Pati y yo nos viéramos todos los veranos.

    Pati se acercó cruzando todo el local seguida de la mirada de todo el mundo. Ella ya era una chica guapísima, pero sus vestidos eran de esos que atraían por igual tanto las miradas de envidia como de lujuria. Saludé con un beso a Pati y le ofrecí que se sentase a mi lado. Aproveché el gesto para respirar tan profundamente como pude. Aquella chica olía realmente bien y aquello era algo para no dejar de admirar durante el horrible verano que estábamos sufriendo. Era increíble que todos a su alrededor estuviesen, -estuviésemos-, sudando, y que allí estuviese ella siempre impoluta, con su minivestido y un -aún más- diminuto bolso. No se bien para qué lo llevaba, porque era tan pequeño que apenas podían caber unas monedas.

    Arrugó sus cejas preguntándome qué estaba tomando. La música sonaba tan alta que teníamos que comunicarnos casi a gritos. Luego le hizo un gesto al camarero pidiéndose otro mojito.

    Estuvimos hablando durante varias horas, recordando cómo nos habíamos conocido, y los años que llevábamos quedando en aquel local. Pati además de ser una chica guapísima era lista, y además, era incluso simpática. Por supuesto tenía un increíble sentido del humor. Bromeando aquella noche le dije que parecía una princesa. Ella se río un buen rato y añadió “Una princesa vestida de rojo”.

    miércoles, 1 de septiembre de 2010

    Red Princess. Iª Parte. El último cigarrillo, 1

    Salí corriendo del apartamento para no llegar demasiado tarde a la cita con Pati. Tenía tanta prisa por llegar que no me di cuenta que había elegido el camino del descampado, el que está justo a espaldas de mi edificio. Sí, en efecto era el camino más corto, o el más rápido, pero solía estar frecuentando por los críos del vecino, es decir, los graffiteros del barrio.

    Tuve que volver un momento al presente, y fingir que no prestaba demasiada atención al escondite que usaban para guardar los botes de pintura que no estaban vacíos, mientras que intentaba esquivar los que sí lo estaban que corrían por el suelo. Lo último que hubiese deseado era mancharme la ropa con alguna pintada o spray.

    Crucé tan rápido como pude el pequeño trecho que había hasta el local de moda del verano. Se trataba en realidad el mismo pub-bar de todos los años. El mismo dueño, el mismo segurata en la puerta, la misma música y los mismos camareros... Pero en su originalidad estival iban cambiando de nombre cada temporada, para confusión o diversión de los habituales que repetíamos año tras año en el mismo lugar. Este año habían elegido el original rótulo de “Baño”,-como lo oyen-, que proporcionaba un juego estupendo a la hora de citarlo para quedar en él.

    Llegué al “Baño” casi a las 11 y media, algo pronto en realidad, pero a tiempo de coger un buen sitio cerca de la barra y al fondo del local. Allí era donde solía fumarme un cigarro mientras esperaba a Pati. Podría haberla recogido en la playa, pero era el último día que ella estaba allí y había querido que quedásemos directamente en el “Baño”.

    sábado, 7 de agosto de 2010

    Casi una lágrima

    La situación

    En una calle al amparo de miradas ajenas e indiscretas, una pareja a través de una ventana se lanza afiladas palabras. Se aman desde que se vieron, pero en su inocencia y los tres días que han pasado desde entonces, solo han conocido el tacto de sus manos sobre las manos. Jamás unieron sus mejillas, mucho menos sus labios.

    Uno frente al otro, esquivando una maldita verja, se estudian en silencio. Los dedos de ella deslizándose sobre la palma de la mano de él, mano sobre mano, hasta alcanzar el precipicio. La nada, el vacío. Él no aprieta sus dedos, y los de ella se resbalan. Se rompe su tacto, su unión, y la magia. Ahora se miran y callan dando tiempo a que las palabras acudan y se forme algún susurro.

    Las palabras

    -No te vayas -dijo ella.

    Tal vez entonces fue cuando él vió la lágrima: la cadena con el cristal que todo el tiempo había colgado de su cuello, ahora brillaba. Tal vez temblaba. Ese hermoso cuello, que tantas veces había querido llenar con sus besos. Más que una gema, cobró el significado de una señal, un augurio, o quizá una compensación porque era la única lágrima que él iba a ver en ella. Quizá ella sabía que aquello ocurriría.

    -Tengo que hacerlo-contestó él.

    Encaladas las palabras sobre blanco, escritas en negro, y hoy grises por los días pasados, lo pálido fue su rostro -el de él, sin duda-, lo triste el gesto de ella. No hubo beso. Aquello no podía parecer una despedida.

    -Vete -le dijo al fin tras un minuto siempre eterno en su recuerdo-

    -¿Ya está? ¿Eso es todo? -dijo él con más asombro que tristeza.

    -Adiós.

    Se movieron su labios, los de ambos, en una extraña mueca. Un murmullo o maldición que ninguno quiso que el otro oyese.

    -Adiós -dijo él.

    La despedida

    No se volvió de nuevo cuando ya comprendió que no iba a sentir sus labios. Asintió con la cabeza y dió media vuelta. Se fue. Qué estúpido pensar que hubiere podido ser de otra forma. Se fue sin más. Ni un beso, ni un gesto de pena, dolor ni nada que expresase cuánto amor quedaría atado a tan gélida despedida.

    Ella no lloró. ¿Por qué iba a hacerlo? Ya llevaba una lágrima eterna colgando de su cuello. Había sido un regalo de su primera cita juntos. Qué ironía.

    Aunque nunca se besaron quedaron en la mente de él los labios de ella. Esos labios maravillosos que tantas veces había deseado. No los conoció. No podía echarlos en falta. Pero su sonrisa, los días que disfrutó de ella, quedaron para el eterno futuro.

    Quizá ella se dió cuenta entonces de lo que había ocurrido. De porqué él se había marchado. No había ninguna razón, ni un deber a la patria, ni una obligación extraordinaria en su partida. Solo cabezonería. Quizá le dió pena entender que no querer besarle también fue bastante estúpido.

    Ya nada podía hacer. ¿O sí? ¿Solo cabía resignarse?

    El final

    En el lugar donde sus manos se separaron, y sus miradas se estrellaron contra el suelo y las paredes, y muy cerca de la pequeña ventana que les había visto juntos por última vez, decidió ella escribir un mensaje.

    Solo tres palabras que únicamente él podría entender si volvía al callejón de su adiós, porque tras la sonrisa están los labios, y después de sus besos -que nunca le ofreció-, solo una sonrisa muy especial podría hacerle pensar y regresar.

    domingo, 18 de julio de 2010

    El tiempo

    Permitan que les diga algo acerca de “El tiempo”, no del atmosférico sino del otro. Ya saben.

    El tiempo no es nuestro. No nos pertenece. Pero al igual que la energía no desaparece: se transforma.

    Lo cambiamos en una suerte de experiencias, anécdotas y vivencias. Aunque a veces el trueque nos parezca injusto podemos afirmar que somos nosotros quienes lo concertamos.

    Nunca terminé de entender aquello del pajarillo que no es libre plenamente porque está sujeto a su instinto, mientras que los seres humanos sí, sí que lo somos porque podemos elegir.

    Así que, si somos nosotros quienes elegimos, lo justo será decir que también escogemos nuestro destino, dónde queremos estar y qué queremos hacer.

    Lamentarnos "del tiempo perdido" sin duda es la mayor pérdida de tiempo.

    Mi tiempo y mis palabras se alternan con suerte desiguales. Y creo que nunca son las palabras las que me faltan, sino las horas para anotarlas.

    ¿Desaparecen? ¿Mueren si no las escribo? Yo se que anidan en mi mente y que a veces se revuelven porque quieren salir. Y se que allí mueren muchas veces sin poder escapar, porque las olvido o las ignoro, o porque me falta el tiempo para pronunciarlas o anotarlas.

    Tal vez llegamos a una edad en la que nuestros compromisos, obligaciones y contratos establecen buena parte de nuestro tiempo, y el reto es organizarnos y sonreir al final del día.

    Nos hemos hecho mayores y -además- adultos.

    miércoles, 7 de julio de 2010

    Déjà vu o los falsos recuerdos

    Seguro que a más de alguno de ustedes les resulta familiar este término que en francés quiere hacer referencia a esos momentos que creemos que se repiten; que tenemos la sensación de vivir por segunda vez.

    Por supuesto, no es un error de programación de Matrix, sino de nuestro propio cerebro que cree estar reviviendo una experiencia anterior.

    Pero, ¿qué me dicen de esas otras situaciones de las que nos apropiamos sin ser nuestras? Recuerdos, vivencias e historias de otras personas que leemos o nos relatan, y que reconstruimos en nuestra mente con tanto detalle que asumimos como nuestros, ¿incoscientemente?, y los interiorizamos hasta el punto de convertirlos o confundirlos con recuerdos auténticos y propios. No es ciencia ficción y seguro que también lo han experimentado alguna vez. Se trata justamente de los falsos recuerdos.

    Yo a veces creo recordar que estoy sentado en un sillón de un hotel con una chica en el suelo abrazando mis rodillas mientras me mira y me habla. No recuerdo las palabras porque ni siquiera sé si ocurrió ¿Recuerdo sus ojos?

    No se si será una fantasía, pero de serlo no ocurre nada más. Simplemente estamos allí ¿Recuerdo que llovía? Ella me habla, me sonríe ¿Fue un sueño y ahora creo que pasó en algún momento?

    Otras veces recuerdo una despedida en un aeropuerto. ¿Nos despedimos en el aeropuerto? Te recuerdo y puedo imaginar las palabras. Pero no sé si ocurrió aunque en el pensamiento dislumbre la tristeza ¿Recuerdo las lágrimas?

    ¿Cuál es la verdad? ¿Qué es lo que ocurrió y qué parte he inventado?

    ¿Qué cruel mecanismo de la mente es capaz de hacernos confundir nuestras fantasías con nuestros recuerdos?

    ¿Lo sabremos al despertar?

    Les animo a compartir alguno de esos recuerdos de los que no tienen certeza absoluta de que ocurrieran realmente, al menos a ustedes mismos.

    martes, 15 de junio de 2010

    ¿Cuánto es tarde?

    Dice el sabio refranero que nunca es tarde si la dicha es buena. Estoy de acuerdo.

    ¿Quién no ha llegado tarde alguna vez a una cita? Debo decirles que siempre he pensado más en serio que jocoso acerca de mí mismo que “siempre llego tarde, incluso cuando vienen a buscarme (...)”

    Pero, ¿cuánto es tarde?

    En toda cita opino que llegar quince minutos después de la hora señalada no supone llegar tarde, sino que es una oportunidad de plasmar o ver la cortesía de la persona que nos espera.

    ¿Dónde está el límite? ¿Cuánto podemos esperar o hacer que nos esperen?

    Imaginen una primera cita con su novia o novio. Y piensen ahora que llegada la hora señalada, esa persona no aparece. Y los nervios le traicionan y decide volver a casa. Pero, ¿no llegó él o ella puntual, o fueron ustedes quiénes no esperaron el tiempo suficiente?

    Si esperaron un día porque las circunstancias les impedían comunicarse, ¿por qué no dos días o diez, o un año? ¿Esperarían más tiempo? ¿Cinco, diez, veinte años? ¿Cuánto es mucho? ¿Cuánto es lo necesario? ¿Cuánto lo suficiente? ¿Cuánto es demasiado?

    No se engañen. Aunque yo mismo me considero una persona paciente no sabría qué decir... ¿Será 42 la Respuesta Definitiva a El sentido de la vida, el universo y todo lo demás?

    Los nervios a menudo nos juegan esas malas pasadas. Y la ropa que buscamos se esconde en el cajón; los semáforos se alinean contra nosotros, o se nos cruza un autobús que nos impide llegar a la hora acordada.

    Si la vida son dos días significa que solo nos queda una noche para irnos de fiesta. Así que esperen o no, cuánto consideren, y si la cita era conmigo, no desesperen porque aunque vengan a buscarme, recuerden: llegaré tarde.

    jueves, 10 de junio de 2010

    No parece Navidad

    No tengo hijos pero tampoco necesito tenerlos para comprender los chantajes que muchísimos niños imponen a sus padres, abuelos o tutores.

    A diario veo en mi trabajo rabietas, pataletas y lloros de niños -y no tan niños- que cesan cuando consiguen lo que quieren: que sus padres dejen la conversación con ese extraño (o sea, yo) y les presten atención.

    En general, más allá de la molestia y el incordio que siempre supone que interrumpan tu trabajo, lo que me transmite la situación es un claro chantaje que no entiendo por qué no ven tan evidentemente sus padres. No entiendo por qué terminan cediendo a cogerlos en brazos, si saben que justamente es lo que quieren.

    Tampoco entiendo los niños "tocones" que alegremente te cambian los artículos de precio o estantería, y los padres les felicitan con un "Déjalo ahí, ya lo colocará el chico". Estaría bien que los trajesen educados de casa y con las manos en los bolsillos, por ejemplo.

    Lo mejor de todo, sin duda, a estos comportamientos es la reacción de esos padres llenos de buena intención, pero tremendamente torpes, que intentan "contra-chantajear" a sus pequeños. Es decir, ofrecerles un chantaje a sus crías a cambio de que sean ellos quienes desistan... No se si me han entendido: imaginen un niño pataleando y boceando, como si le estuviese arrancando los dedos con unos alicates, con el propósito únicamente de que su padre o madre no hable con un desconocido y le lleve al parque a torturar, perdón, a perseguir a las palomas... Es como intentar timar a un timador, porque estos niños -aunque algunos apenas saben hablar-, son profesionales en su menester: lo llevan haciendo toda su vida... E imaginen entonces, que a ese padre o madre, se le ocurre ¡¡¡¡ofrecerle dinero para que se calle!!!!! ¿Ha sido una idea propia? ¿Lo han visto en la tele?

    Estas situaciones las veo a menudo. Pero lo novedoso fue el contra-chantaje que le ofreció hace unos días una señora a su nieta. Bajábamos del autobús y la niña salió nerviosa casi corriendo. Debía tener unos 6 ó 7 años. El caso, es que cómo había ido todo el camino armando, la señora al ver cómo bajaba, coge y le dice:

    "Pórtate bien o te quedas sin Papá Noel ni Reyes"

    ¿Qué chantaje representa decirle esto a un niño en junio? Esto es una amenaza a MUY largo plazo, sin ninguna repercusión en la mente de un niño.

    Sin duda deberían hacer exámenes para poder tener descendientes y exigir un carnet o permiso para ser padre.

    domingo, 16 de mayo de 2010

    Ya están aquí...

    Para muchos estas palabras nos traen a la cabeza la imagen de la dulce Caroline y su cara iluminada por la pantalla del televisor en un canal sin sintonizar, mientras sentada frente a él apoyaba las dos manos en el aparato.

    Pero no es de espectros de los que les voy a hablar, ni del clásico cinematográfico del que acabo de leer que en breve se estrenará una nueva versión.

    Es primavera como ya saben, aunque el tiempo de las chaquetas parece resistirse a abandonarnos por completo. Y en esta casi primavera en la que a ratos falta el calor propio de esta estación, lo que ya me gustaría echar en falta es el polén y los demás alergógenos que invaden el ambiente.

    Por ello ya están aquí: los estornudos, las montañas de pañuelitos de papel, las pastillitas blancas contra la alergia, y el jarabe correspondiente...

    Ya están aquí: los días con la nariz congestionada y sin apenas poder respirar, y poniendo cara "de chino" con ese malestar general en nariz, ojos y oidos...

    miércoles, 5 de mayo de 2010

    Directo. Breve. Conciso

    En ocasiones el lenguaje puede ser complicado, rebuscado, enfarrago-so. A menudo las palabras se nos amontonan en la mente, o en la garganta, y no encontramos el concepto al que nos queremos referir. Para esas ocasiones en las que tenemos la palabra "en la punta de los labios" se recomienda traer el sonido de una de las letras que recordamos que compone dicha palabra, o mejor aún: empezar a recitar palabras similares, o de igual significado.

    ¿Nunca les han dicho: "empieza por T", o "lleva una J"? Créanme: funciona.

    Con eso normalmente, y una pizca de ayuda (e inteligencia, todo hay que decirlo), es muy posible que sea suficiente para que nuestro interlocutor capte el mensaje, e incluso nos apunte la palabra que estamos intentando rescatar de nuestra cabeza.

    En la adolescencia, (aquella época en la que uno sale de casa sin verificar si lleva llaves, documentación o dinero), estos episodios son comunes en la mayoría de jóvenes. Y son mucho más habituales si se trata de hablar en una cita con la persona que nos gusta, o llega el momento "de declararse".

    Desconozco si era la primera vez que alguien hacía una declaración de este tipo en la foto de la pintada que hoy les traigo, pero me encantó descubrir una niñería semejante.

    En nuestro mundo loco de jóvenes y adolescentes que hacen barbaridades y las graban en el móvil (...), esta chiquillada inocente, inocua y llena de ternura, no crean que les exagero si digo que casi me emociona.

    Un mensaje breve, directo y conciso. Nada de rodeos. Sin duda lo mejor para estos casos.

    viernes, 23 de abril de 2010

    Hacia el centro de la Tierra

    Un gran novelista de relatos de fantasía y ciencia ficción eligió un título similar a este para una de sus obras más conocidas.

    Desconozco de donde sacó su inspiración, pero dejen que tome prestado parte del título que él usó para hablarles de lo que hoy les quiero contar: un agujero, boquete o socabón hacia el mismísimo centro de la tierra.

    No lancen a correr todavía su imaginación, porque tampoco tiene ninguna relación con el Eyjafjalla, ni con la puerta del Infierno. Al menos, sobre esto último, es lo que espero...

    Pero mucho me temo, que todo sea más banal: un desgraciado se dedica a perforar con sus narices, dedito, llave o vaya usted a saber con qué, se dedica -digo- a perforar la pared junto a los ascensores de mi comunidad mientras espera para subir en el elevador.

    Ya podía meterse el dedito en las narices, o en cualquier otra parte, como hace casi todo el mundo. Pero no: le resulta más divertido excavar y ahondar en las profundidades de la pared, en busca de algún desconocido misterio que no comprendemos el resto de vecinos. (Al final, los malos, incompresivos e intolerantes, siempre resultan ser los demás)

    El agujero ya ha tocado fondo, y ahora solo puede agrandarlo en diámetro. ¡Y que lo haga bien grande, para ver si nos cabe la cabeza y podemos mirar así qué hay detrás de esa estúpida pared...!*

    Y a mí, de lo que me vienen ganas es de colgar un anónimo con el rótulo:

    "Ánimo campeón, a ver si descubres petróleo y nos haces ricos a todos"*

    *Por favor: incluyan grandes no, INGENTES dosis de ironía al leer estas palabras.

    miércoles, 14 de abril de 2010

    Los amigos del Spam

    Que bonito es encontrar una carta en el buzón y que no sea una factura ni una multa, ni publicidad camuflada bajo un sobre anónimo y sin marcas...

    A decir verdad es algo extraño. Con el correo electrónico ocurre igual. A diario recibimos decenas de correos/basura, de publicidad engañosa, de productos de los que no hemos pedido información, o de bromas, curiosidades y ocurrencias a las que siempre el mismo amigo nos enlaza sin piedad ni recuerdo de que le hemos dicho una docena de veces que deje de saturarnos el buzón con semejante basura...

    De la sensación de extrañeza se llega así a la pena: a la tristeza de ver cómo a un conocido, (el término amigo es sin duda algo íntimo), no se le ocurre pensar en ti sino para darle al botón de la lista de añadidos, para hacerte partícipe de una cadena que sería mejor terminase en un desagüe.

    Nada nuevo bajo el sol, y sí una petición: por favor, no más correo basura; no más spam, ni mensajes de regalos estupendos, ni de fármacos milagrosos, ni de falsas donaciones para falsos enfermos, ni de bonitas fotos de las focas en Alaska...

    domingo, 4 de abril de 2010

    La Semana Santa en Elche

    La Semana Santa es una fiesta religiosa móvil, es decir, que no se celebra siempre el mismo día, porque se hace coincidir con el jueves más cercano a la tercera luna llena del año según la celebración de la Pascua hebrea, de acuerdo con el calendario lunar con el que los primeros judíos se regían.

    En Elche es bien conocido el inicio de esta semana con las tradicionales palmas blancas que pueden comprarse en diferentes puntos de la ciudad, entre ellos destacan especialmente los artesanos que se sitúan en la puerta del Ayuntamiento.

    El Domingo de Ramos es un día para salir a pasear, a lucir la palmita, y muy apropiado para intentar hacer esa foto imposible que distinga nuestra instantánea de la del resto de apasionados de la fotografía.

    Por las noches, lo habitual es salir a ver las procesiones, aunque en esto, la devoción ya no es la que era...

    Y quizá para compensarlo, nos encontramos incomprensiblemente con la ofrenda de caramelos y otras chuches de la mano de los encapuchados, para motivar la asistencia de los fieles...

    Esto es, a todas luces, lo más increible que veo año tras año, porque yo pensaba que rememorábamos el sufrimiento y la muerte de un hombre.

    La Semana Santa termina con la no menos tradicional lluvia de aleluyas, en las que se celebra la resurrección del hijo de Dios, y donde aquí si con alegría, se vuelven a repartir más caramelos...

    Y así es, como otro año, y en esta ocasión sin lluvia, todos hemos disfrutado de un bonito y extralargo fin de semana.

    lunes, 22 de marzo de 2010

    Ya es primavera...

    Ya estoy de vuelta.

    Absorto en otros quehaceres personales y laborales casí me había olvidado de este espacio al que hoy, por fin, retorno y retomo.

    Casi me había olvidado, digo, cuando un catarro, o lo que haya sido, me ha tenido en cama muuucho más tiempo del que esperaba, trasnformando unos días de reposo en casi dos semanas sin dar señales de vida en esta ventana.

    Pero ya ha pasado. Ya me encuentro de nuevo con fuerzas para teclear algunas ideas y volver con más fotos.

    Fotos... ¿qué otra imagen mejor para celebrar el día que es hoy, que una que nos traiga a la mente el recuerdo de que por fin es primavera?

    Los almendros hace semanas que están floreciendo. Y esas pequeñas hojas, a veces blancas, a veces rosas, yo se bien a quién le encantan...

    Crucemos los dedos para que estas flores, que desde hace semanas se están abriendo, no se vean sorprendidas por un cambio brusco de temperatura, y se eche a perder el trabajo de florecer una vez al año...

    miércoles, 10 de marzo de 2010

    Más elementos: el aire

    Las veletas no solo adornan los tejados de las casas de campo. Además de ser un entretenido pasatiempo para los pequeños, pueden verse en algunos lugares como elemento decorativo o para conocer la dirección del viento.

    Éstas que os presento hoy son de un día soleado en la playa de Santa Pola.

    domingo, 7 de marzo de 2010

    Bajo la atenta mirada… de la ciudad

    A menudo se dice que las ciudades nos miran, y con mayor frecuencia se nos invita a perdernos entre las calles de una ciudad desconocida.

    A veces oímos que las paredes “nos observan”, y el silencio de las calles vacías puede hacernos imaginar esos ojos recelosos de colarnos en unos callejones en los que somos completos extraños.

    En efecto a veces surjen ojos que nos acechan con miradas indiscretas desde el rincón menos sospechado.

    Un friso desde un dintel, un tirador desde una puerta… Incluso una tubería nos puede estar observando…

    miércoles, 3 de marzo de 2010

    De nuevo: la lluvia

    El agua, la lluvia, las fuentes…

    Un momento para pasear, para oir el agua correr, la lluvia caer.

    Un momento para ver el mundo correr, rápido con prisas.

    Ese olor inconfundible del suelo mojado, de la tierra húmeda.

    Ver los charcos que forman las gotas. Los cristales de los coches empañados por quienes dentro respiran secos. Ver el reloj que feliz se acerca a la hora de coger el autobús para volver a casa. Volver a casa cansado después del trabajo…

    Y llegar a la parada del autobús y comprobar que no te puedes sentar porque los bancos están calados del agua de lluvia que se cuela entre su elegante diseño de cristal y metal, y de quienes hace un momento apoyaron sus paraguas mojados en el asiento de la marquesina…
    Así que nos queda esperar de pie, y confiar que quede un hueco libre para poder sentarnos en el autobús…

    lunes, 1 de marzo de 2010

    Fotografiando: Agua

    En una ocasión leí que un árbol podía ser motivo suficiente para descargar sobre él un carrete de fotos entero. Creo que el artículo añadía “incluso de 36 fotos…” ¡Qué tiempos aquellos en los que nadie quería uno de estos rollos, “porque duraban demasiado”. Y ahora una tarjeta de 1000 fotos no es suficiente…En fín: qué ironía.

    Sin embargo, pienso que no solo los árboles tienen esta capacidad de enamoramiento de la cámara, sino que son muchos los objetos que pueden resultarnos insaciables en nuestro empeño de captar su esencia, o belleza o como lo queramos llamar.

    El agua es sin duda uno de estos elementos que más juego nos puede dar a la hora que querer fotografiarla.

    Entre estas lineas: un detalle de la fontana del Tritón (Roma), cambiando simplemente la velocidad de la toma.

    miércoles, 24 de febrero de 2010

    Cadenas y candados

    Es curioso cómo en el lugar menos pensado puede alguien dejar atado un candado.

    Incluso en algunos puentes es una moda que obliga a los funcionarios públicos a equiparse de las cizallas correspondientes para limpiar periódicamente allí donde se concentran estas “cerraduras portátiles”. Para muestra, basta con escribir la palabra “candado” en vuestro buscador de internet más habitual.

    ¿Algún lector ha querido dejar encerrado su paso por alguna ciudad con uno de estos cierres?

    La primera de las fotos que siguen pertenece a una argolla solitaria en una pared de Guadalest, con candado incluido, por supuesto, y las dos siguientes a las “cadenas colgantes” de unos camiones cerca de San Vicente del Raspeig.

    domingo, 21 de febrero de 2010

    La sombra del Ayuntamiento

    Dice la canción que “Después de la tormenta siempre viene la calma…” y efectivamente, después de la lluvia de estos últimos días, llegó el sol.

    Mi relación con el sol es de amor y odio, porque no terminamos de enterdernos (...) Pero de eso ya hablaré otro día.

    Lo que hoy quiero traer aquí es que después de estas lluvias, allí estaba yo cómo tantas otras veces, sentado frente al ayuntamiento, esperando al autobús para volver a casa, cuando me fijé en las siluetas que la luz marca en la fachada de la casa municipal.

    Dicen que puedes mirar mil veces un objeto, y que sólo cuando lo fotografías lo ves de verdad. Y en efecto, he mirado esos balcones miles de veces, y sólo al plantarme frente a él para hacer estas fotos me ha invadido la harmonía que transmite, y el efecto del detalle por encima del conjunto, lo que se insiste en llamar “la parte por el todo”.

    ¿Y qué me decís de ese pomo roto? Seguro que tendría una historia propia que contarnos. Quién sabe…

    A menudo se habla de la importancia de la simetría: el peso de los espacios y del aire. Pero no es así en la mayoría de las fotos. Estas sombras no requieren de ese equilibrio.

    Por lo menos, así lo veo yo.

    miércoles, 17 de febrero de 2010

    El amuleto anti-lluvia

    La lluvia: me gusta. No es habitual por estas tierras, y aunque ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos, en general creo que es más beneficiosa que perjudicial. Por supuesto, con la frecuencia y cantidades oportunas.

    Yo siempre he dicho aquello de “solo es agua”, pero reconozcamos que si se trata de una lluvia “para paraguas”, es mejor ir preparado.

    Antes de ayer estuvo lloviendo durante todo el día. Ayer de nuevo llovió igualmente durante toda la mañana. Así que, cuando ayer por la tarde salí de casa para volver al trabajo, decidí llevar todos mis amuletos contra la lluvia.

    No soy nada supersticioso, pero reconozco que ciertos “fetiches” anulan (no siempre, pero sí muchas veces), los efectos inversos de la climatología. Por ello, me puse las botas, cogí el gorro y los guantes del cajón, y finalmente, el amuleto definitivo:

    En efecto: cogí mi paraguas. Comprobado: no hay nada más eficaz contra la lluvia que ir bien preparado para contrarrestar sus efectos. Por supuesto, por la tarde no llovió y al regresar a casa el paraguas y todo lo demás volvió a su armario correspondiente…

    domingo, 14 de febrero de 2010

    Carnavales en Elche 2010

    La tradición señala que antes de la Pascua se celebran los carnavales. Una festividad que ha llegado hasta la actualidad a través de los siglos y de las imposiciones religiosas, y que permite la diversión, los bailes y los disfraces, como paso previo a la sobriedad que debe acompañar a la llamada Semana Santa.

    Este año, sin embargo, la lluvia ha aguado esta fiesta en Elche y otros lugares de la provincia alicantina.

    A pesar de ello, ha sido toda una sorpresa descubrir en la lluviosa noche del sábado 13 la potente voz de Pilar Arejo y de las canciones con las que intentaba animar a un escaso público que se hacía mucho de rogar en la Glorieta de Elche.

    Llegué al final de la actuación, pero las últimas canciones han sido suficientes para despertar mi curiosidad y mi admiración por esta jovencísima cantante y su carrera.

    La organización era un poco pobre, sobre todo la “carpa-escenario” y el sonido de la guitarra, que no terminaba de ser limpio. Pero la voz de Pilar era un regalo y me gustaría animaros a descubrir su trabajo y su talento en el enlace anterior.

    miércoles, 10 de febrero de 2010

    Historias del bus

    Un autobús urbano es más que un medio de trasporte. Es un lugar de encuentro; un medio de comunicación.

    A menudo la gente sube y baja sin prestar atención al resto de usuarios. Así se escapan las historias que el urbano nos deja.

    Uno de los grandes misterios de los autobuses urbanos, es por qué diablos algunos ocupan los asientos exteriores sin permitir a los demás ciudadanos sentarse en el asiento que está libre, justo a su lado pero en la parte de la ventanilla.

    Pero no es el único misterio. Otro de ellos es qué impulsa a un desconocido a sentarse a tu lado cuando el resto del autobús va vacío. Son a menudo gente mayor o de mediana edad. ¿Tan solos están que les alivia la compañía o la ficción de la compañía de un desconocido en el asiento de al lado del autobús?

    Todos tenemos historias del autobús que contar. De algunas de ellas me gustaría hablar en los próximos días.

    miércoles, 3 de febrero de 2010

    El gato y el ratón

    El domingo pasado estuvimos buscando nuevas fotos para compartirlas desde estas páginas y tuvimos la suerte de hacer este hallazgo.



    Las imágenes que siguen pertenecen a una casita de campo a las afueras de Cocentaina, y nos sirven para iniciar una nueva sección: Veletas

    Queremos dedicar estas fotos al blog que tienen mis gatos: La Gatera de Rumbo. *

    Y por supuesto animamos al gato a que no cese de darle vueltas a su idea de alcanzar al ratón...

    Os dejamos con al gato pensando hacia qué lado correr para atrapar al pequeño roedor.

    Vuestros correos, sugerencias y comentarios a carpo.mares@gmail.com

    * Nota: Sí: Mis gatos administran su propio blog. (…)