lunes, 27 de junio de 2011

Lo que parece no es

Que la verdad existe es uno de los principios de las ciencias en general y un tema de debate que sigue interesando no solo a filósofos y/o teólogos sino también a matemáticos y físicos en cuanto a que sus descubrimientos deben ser propiamente ciertos para tener valor y sentido, y una aplicación correspondiente en la vida más o menos cotiana.

Entre los sentidos con los que percibimos lo que llamamos realidad, y lo que creemos que es "verdad", tenemos los ojos y la vista. Aunque la información que interpreta el cerebro no siempre, por no decir casi nunca, suele ser fiable.

Y si no podemos confiar en una simple fotografía, de lo que claramente vemos que está arriba y abajo, ¿de qué podemos fiarnos?

jueves, 23 de junio de 2011

Atados al Puente de Canalejas

Vengo observando con alegría desde hace tiempo cómo los funcionarios correspondientes se apresuran a retirar los candados que parejas y amantes encadenan al puente de Canalejas de Elche, (que dejan en realidad casi escondidos en sus extremos para no llamar demasiado la atención), imitando la supuesta leyenda romana que no hace mucho creara Federico Moccia, y en la cual insiste en varios de sus libros.

Y hace bien el Ayuntamiento porque sería una temeridad y una irresponsabilidad dejar que las centenarias barandas del antiguo Puente Nuevo cargasen con todo el peso añadido, con certeza de cientos y miles de kilos, de otros tantos candados y cadenas asidos a su férrea pero ya no joven estructura.

A nivel particular puede ser algo muy divertido ese inocente e inofensivo gesto de dejar atado un pequeño candado a una barandilla, sea puente o fuente o lo que quiera que sea. Pero la imitación en la que pronto muchos caen con un "yo también quiero" hacen esta práctica realmente muy preocupante, cuando no peligrosa.

Pensarán que soy un exagerado. Pero busquen y echen un vistazo a cómo está ahora el puente Milvio que citara Moccia, y otros que él no cita pero que otras muchas personas han tomado en lugar de aquel, y verán cómo un pequeño gesto y un símbolo puede convertirse en un auténtico problema, en este caso de seguridad.

http://lastresopciones.blogspot.com/2010/02/cadenas-y-candados.html

lunes, 20 de junio de 2011

Razón no le falta...

Escuchado hoy mismo, me resulta imposible dejar escapar la ocasión de compartirlo sin falta, porque se trata de uno de esos fragmentos de conversación que a diario se cuelan en nuestros oídos sin tener nosotros la más mínima intención de conocer las intimidades o pensamientos ajenos.

Imaginen la escena en estos días precisamente de exámenes finales. Un joven con un montón de folios en la mano le dice a otro:

- Si te hubieses estudiado esto y te hubieses presentado: habrías aprobado.

A lo que el otro responde afirmativamente moviendo la cabeza con los ojos ligeramente entrecerrados...

miércoles, 15 de junio de 2011

El lenguaje del amor

En alguna ocasión ya hemos señalado la importancia de decirle algo bonito a alguien que para nosotros es especial. Por supuesto con decir algo bonito no nos referimos a "porcelana, Himalaya o terciopelo", sino obviamente a algún calificativo cariñoso...

Hay muchas formas de expresar que una persona nos agrada o que nos atrae y la queremos, y también muchas bellas palabras con las que podemos alagar a quien deseamos hacerlo.

También suele decirse que el idioma en el que se inicia una relación es el que predominará entre la pareja, aunque ellos utilicen otra lengua para relacionarse en su vida diaria.

Y de igual forma, independientemente de que uno de ellos tenga una u otra lengua madre, decir "te quiero" en otro idioma diferente al propio suele tener su propio significado para la pareja más allá del exotismo de usar simplemente otro idioma.

Te quiero puede decirse en todas las lenguas del mundo, pero con certeza las palabras solo tendrán significado en el idioma mutuo que hayan elegido los amantes.

Pronunciarlo o escribirlo fuera de alguna situación que dé significado para la propia pareja, vacía de contenido las palabras y las vuelve frías y lejanas, justamente extrañas y sin sentido, incluso tal vez en una broma por la falta de valor de hablar en la misma lengua. Además se corre el riesgo añadido de no saber exactamente qué estamos diciendo...

miércoles, 8 de junio de 2011

La opción imposible

Dosis ingentes de autocontrol no tengo la certeza que sean suficientes para evitar que mi autoestima desbordante se transmute y tome forma de ingenua vanidad o capital soberbia.

"Ella pudo elegir" son las palabras que resuenan en mi mente. Porque no fui yo quien fue a buscarla. Porque no fui yo quien entre la turba halló sus ojos. Porque no fui yo quien no pudo evitar mostrar tan jovial sonrisa.

No, no fui yo quien pudo elegir, sino ella, y fue precisamente su libre albedrío el que condujo sus pasos. Porque, efectivamente ella reconsideró sus actos, pensó qué hacer y sin duda tomó la decisión: eligió girar sobre sus pies, volver atrás, desandar el camino andado, retroceder, y hablarme.

Resulta obvio y evidente que ciertamente ella pudo haber elegido cualquiera otra opción, como seguir su camino sin hablarme. Pero no, ella eligió decidir. No hubo nada pues de casual encuentro, ni del azaroso destino. Inevitablemente si hablamos fue porque ella así lo decidió y lo quiso, aunque pareciera imposible.

Mentiría si afirmase que alguna vez hasta hoy, una chica dio media vuelta después de pasar por delante de mí, para acercarse hasta donde yo estaba y asaltarme con el tópico y típico pero muy efectivo "¿nos conocemos?".

Me encontraba junto a la barra de un local charlando con un amigo a punto de regresar a casa, cuando vi que mi amigo me sonreía porque se acercaba a nosotros una chica. Lo cierto es que entonces me di cuenta de que hacía apenas un momento que la habíamos visto pasar por delante de nosotros. Sin embargo ella se giró para venir directa hacia donde estábamos. Mi amigo intentó enseguida iniciar una conversación, pero ella a quien miraba era a mí. Fue entonces cuando yo la miré fijamente mientras de reojo comprobaba que mi amigo no podía contener esa estúpida risa nerviosa de quien observa de cerca a una deslumbrante morena auténtica de pelo corto y ojos de coca-cola hablando con un conocido: yo, en este caso.

No estaba preparado para una situación similar. Así que el silencio más que incómodo fue estúpido por mi parte, porque las palabras y mi voz habían huido de mí y mi mente estaba helada procesando en tiempo real los acontecimientos de los que estaba disfrutando. Mi amigo, muy oportunamente, nos dejó solos.

"Hola" creo que fue lo que al fin dije, casi un minuto de eterno silencio después de su saludo. A las habituales cuestiones "de dónde eres" y "a qué te dedicas" concluimos la charla despidiéndonos con el compromiso de una llamada telefónica.

- Es imposible que ella te llame – me dijo riendo mi amigo cuando regresó.

miércoles, 1 de junio de 2011

Más allá del superlativo

Bueno, mejor, óptimo... ¿qué hay después?

Desde 1992 los fabricantes de electrodomésticos están obligados a fijar para el mercado europeo una clasificación energética en los principales aparatos que consumen electricidad en casa: nevera, horno, lavadora y lavavajillas, secadora y aire acondicionado.

Con ello la Unión Europea pretende ayudarnos a distinguir estos electrodomésticos según su eficiencia energética, es decir la relación del consumo de electricidad* atendiendo a su rendimiento, y que los usuarios tengamos más información sobre lo que gastarán a la hora de comprar uno.

Desde entonces siguiendo las directivas comunitarias todos estos aparatos llevan unas pegatinas con letras y colores que los clasifican siguiendo el orden inverso del abecedario desde la A hasta la G. Es inverso porque el sistema se basa en el de puntuación anglosajón, por lo que los aparatos del grupo G son los menos eficientes, (los que más consumen), mientras que los A son los más eficientes energéticamente, o sea, los más ahorradores y los que menos electricidad necesitan.

Durante muchos años el sistema ha funcionado bien. Sin embargo, la ironía de esta clasificación es que no tuvieron en cuenta que el límite positivo era la A y no se pensó que se pudiese mejorar más allá de ese estándar. Es decir, que alcanzada esta puntuación no se consideraba que pudiesen superarla: consumir todavía menos de lo que exigía la clase A, porque: ¿qué hay después o más allá de lo mejor, de lo óptimo?

No hubo problemas mientras los aparatos de dicho grupo fueron una minoría y además resultaban demasiado caros y poco asequibles para la mayoría de usuarios. Sin embargo el desarrollo de nuevos materiales, la aplicación de superconductores y la entrada en el mercado de consumo de la tecnología espacial, con sus piezas más pequeñas y materiales más ligeros, unido a una mayor demanda promovida por subvenciones estatales y un espíritu más ecológico y responsable, han hecho posible una bajada de los precios y que buena parte de muchos de esos aparatos se cataloguen como clase A.

Igualmente, como los estándares de eficiencia de hoy rebasan con creces las expectativas de lo que se esperaba hace 20 años, y como una gran mayoría de electrodomésticos ya son clase A, se hace necesario ordenarlos dentro de su mismo grupo, porque ni los actuales clase A son iguales a los primeros que se hicieron, ni su rendimiento es igual entre ellos, habiendo algunos que todavía consumen mucho menos que otros.

Para ello se ha optado por añadir un símbolo "+". Así vemos neveras "A+", superadas por las "A++", superadas a su vez por las "A+++". De esta forma se intenta proveer de más posibilidades de sucesión o progreso a una lista que se agotó al seguir una clasificación inversa, es decir con límite.

Algo parecido veo que ocurre con algunos productos de limpieza, o higiene, especialmente geles y jabones, desodorantes y pastas dentríficas o de detergentes. ¿No prevén los publicistas y responsables de mercado que cuando sacan un lavavajillas que anuncian como "el mejor", o "definitivo" anulan la posibilidad de mejorarlo en la siguiente campaña con un producto nuevo? Lo mismo sucede si añaden calificativos del tipo "limpieza profesional", "blanco total", "único o verdadero" o adjetivos que nos pueden hacer preguntarnos: ¿el que me estaban vendiendo hasta ahora no lo era: no era el mejor, el que más limpieza, frescor o desinfección ofrecía del mercado?

Visto lo visto alguien debería darse cuenta de lo negativo que es usar escalas de clasificación inversas con un límite que no puede superarse. Así ocurre con el orden alfabético, con los propios números -si asumimos que el 1 es el mejor-, o incluso por colores (porque nada hay más blanco que el blanco...)

Seguro que los anuncios no son tan bonitos si quitamos la palabra "mejor", pero el uso de apelativos que en efecto son imposibles de superar por la competencia, también representan un punto muy dificil de mejorar para colocar el siguiente producto de la propia marca.

Para más información acerca de la clasificación energética de los aparatos eléctricos no dejen de visitar la página del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía.

*Observen que la clasificación y el etiquetado hacen referencia solo al consumo eléctrico, y no a la eficiencia combinada del uso de energía y agua en aquellos aparatos de requieren de estos dos elementos para funcionar (lavadora, lavavajillas). Personalmente es algo que me sorprende.