lunes, 6 de septiembre de 2010

Red Princess. Iª Parte. El último cigarrillo, 2

Llegó puntual, después de dos mojitos y medio, y el segundo cigarro que me estaba matando. Yo no fumo. De hecho odio el humo y el tabaco. Pero un cigarro queda estupendo en la mano cuando estás esperando a alguien. Sobre todo si es una chica guapa a quien no le va a importar porque ella también fuma. La vi avanzar con su minivestido rojo-rubí y me dedicó una enorme sonrisa. Por suerte vino sola, lo cual significaba que se había peleado con su prima, otra vez. Me alegré nadie sabe cuánto, porque la prima de Pati era una pesada de cuidado y siempre la hacía llegar más tarde de la hora convenida. Aunque parecían hermanas, -su parecido era increíble-, su prima era una estúpida. No se por qué, pero desde que ella nos presentó siempre tuve la sensación de que no le gustaba que Pati y yo nos viéramos todos los veranos.

Pati se acercó cruzando todo el local seguida de la mirada de todo el mundo. Ella ya era una chica guapísima, pero sus vestidos eran de esos que atraían por igual tanto las miradas de envidia como de lujuria. Saludé con un beso a Pati y le ofrecí que se sentase a mi lado. Aproveché el gesto para respirar tan profundamente como pude. Aquella chica olía realmente bien y aquello era algo para no dejar de admirar durante el horrible verano que estábamos sufriendo. Era increíble que todos a su alrededor estuviesen, -estuviésemos-, sudando, y que allí estuviese ella siempre impoluta, con su minivestido y un -aún más- diminuto bolso. No se bien para qué lo llevaba, porque era tan pequeño que apenas podían caber unas monedas.

Arrugó sus cejas preguntándome qué estaba tomando. La música sonaba tan alta que teníamos que comunicarnos casi a gritos. Luego le hizo un gesto al camarero pidiéndose otro mojito.

Estuvimos hablando durante varias horas, recordando cómo nos habíamos conocido, y los años que llevábamos quedando en aquel local. Pati además de ser una chica guapísima era lista, y además, era incluso simpática. Por supuesto tenía un increíble sentido del humor. Bromeando aquella noche le dije que parecía una princesa. Ella se río un buen rato y añadió “Una princesa vestida de rojo”.

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