domingo, 30 de junio de 2013

Ninots fotógrafos, Hogueras 2013.

Tenía el propósito de inmortalizar fotográficamente a los ninots que portasen cámaras en la hogueras de San Juan de Alicante de junio de este año, 2013.

Sin embargo, puedo afirmar que mi búsqueda en esta ocasión ha resultado o bien poco fecunda, o bien un desastre, porque solo he encontrado dos ninots que reuniesen los requisitos que buscaba.

Mientras que en ediciones anteriores eran ciertamente frecuentes los ninots, con aspecto o no oriental, que reflejaban a los turistas que asistían a estas fiestas, los artistas de este año no se han hecho eco de los visitantes a las famosas hogueras, o de todos los curiosos que desean “llevarse a casa” un trocito de su obra dentro de la caja negra de sus aparatos fotográficos. Eso, o yo he estado muy torpe en mi búsqueda, cosa que también es más que probable.

¿Algún lector ha encontrado algún otro ninot fotógrafo?

lunes, 17 de junio de 2013

Oda al gato que piensa

 

Esta es la oda al gato que piensa.

 

Pensemos en un gato un instante.

No en un gato pequeño ni grande,

pero pensemos en él en blanco y negro,

aunque creamos que es un gato medio.

 

Imaginemos una caja.

 

Una caja contenida y rodeada

incluso, por otra caja envuelta.

Si la segunda era algo mayor,

la primer habrá de ser más pequeña.

 

Imaginemos un perro.

 

Un perro curioso que las cajas olfatea.

Una caja por otra caja contenida,

en transportines, ahora convertidas,

la mediana y la más grande.

 

Las dos cajas al gato rodean.

El gato ocupa un espacio,

dentro del  transpotín pequeño,

que dentro está del transportín mayor.

 

El perro mira al gato.

Nosotros miramos al perro.

El perro mira al gato.

¿en qué piensa el gato?

 

En lo que sea que el gato piense,

le dedicamos esta oda:

Oda al gato que piensa.

lunes, 3 de junio de 2013

Para llamar a casa

Yo era un extraterrestre recién llegado a la Tierra. Venía a pasar unas semanas de vacaciones, pero mi nave se averió al intentar aterrizar y tuve que ir a la ciudad más cercana para llamar a la grúa.

Aún faltaban casi tres semanas para que llegase el verano, y el ambiente por suerte todavía no era caluroso. Para pasar desapercibido e integrarme entre los nativos, me puse una chaqueta de algodón, y me cubrí con una capucha. Así vestido, podía caminar cautelosamente sin levantar sospechas. Caminaba calle arriba y calle abajo, buscando entre casas y edificios, entre coches y las aceras, alguien que me pudiese ayudar.

Pero debía ser la hora de la siesta, o de la telenovela, porque no se veía a nadie en la calle. No había un alma. No había una sombra con quien poder hablar. Ni un turista perdido en bañador, ni una señora o señor, fregona y cubo en mano, refrescando el asfalto. No había niños jugando con su balón, ni jóvenes con su smartphone ocupando el parque o los portales de los vecinos.

De pronto, vi justo lo que necesitaba.

Ahora solo me hacía falta un boli y un trozo de papel, o mejor, unas monedas para realizar una llamada a casa…

“…Mi casa… teléfono, mi casa…”