lunes, 25 de octubre de 2010

IIª Parte. El secreto de Pati, 4

  • Hasta el año que viene – me dijo

No sabía bien si echarme a llorar o a reír. Todos los años lo mismo. Le quería mucho pero no le aguantaba que no se diese cuenta de ello. A lo mejor Sandra tenía razón. Me pasaron por la mente todos los veranos que habíamos pasado juntos, y por primera vez comprendí que aquel chico no era para mí. En un segundo despareció toda la magia y lo que había estado sintiendo por él. Decidí que el próximo año no iba a volver a ocurrir lo mismo. No otra vez. Este había sido sin duda el último verano que vendría a pasarlo con Sandra y con él. Por supuesto no tenía ninguna gana de explicarle todo esto a Andrés.

  • Un beso – fue lo único que pude contestar al tiempo que dejaba escapar uno desde mis labios hasta su mejilla.

Supongo que Andrés en el fondo no era tonto y algo debió de notar en mi rostro, porque me dio la sensación de que a él también le cambiaba la cara. Sin embargo no me dijo nada. Ya no importaba; no me importaba.

Subí a casa y me quité los zapatos. Cómo odiaba esos tacones y qué ganas tenía de quitármelos de una vez. Cómo odiaba de pronto todo lo que me recordaba a Andrés. Me quité los zapatos y la tirita que había llevado todo el día en el tobillo izquierdo. Me quité el vestido y me fui para la ducha.

Estaba a punto de abrir el grifo cuando vi en el móvil que se iluminaba la lucecita característica indicando que había recibido un mensaje. Era Sandra: nos invitaba a mí y a Andrés a la fiesta de sus amigos en las calas. Decía que si yo quería podían venir ellos a buscarnos. Miré el reloj. Eran casi las 2 y no tenía ganas de dormir. Ya habría tiempo de hacerlo mañana todo el día en el tren. Me di esa ducha que tenía prevista con agua fría y me puse unas deportivas para ir a las calas. Supuse que no le importaría a Sandra que se las tomase prestadas. Nunca le importaba y las suyas eran más bonitas. Pensé que si cogía la moto yo llegaría antes de que todos se presentasen en el centro para recogernos... para recogerme.

De pronto sentí unas inmensas ganas de pasarlo en grande con Sandra y sus amigos. Me alegré de haber aclarado lo mío con Andrés. Ahora volvía a ser yo misma.

FIN de la II PARTE

domingo, 17 de octubre de 2010

IIª Parte. El secreto de Pati, 3

Andrés era muy cinematográfico. Me acerqué a él y le di un beso, momento en el que no se me escapó cuánto le gustó el perfume que yo había elegido para aquella noche. Normal: pensaba en él mientras lo aplicaba por mi cuello y en la nuca, en las muñecas y en el escote.

Aunque daba igual. Durante todo el tiempo que nos conocíamos, y mientras hablábamos, jamás vi que Andrés desviara sus ojos de los míos por mucho escote que yo llevara. Solo por eso le apreciaba mucho. Siempre que hablábamos nos mirábamos todo el tiempo a los ojos, lo cual por cierto tenía su mérito porque el vestido que había elegido aquella noche especialmente era de todo menos discreto.

Andrés era un buen chico, pero había algunas cosas que no entendía de él. Por ejemplo que me esperase siempre con un cigarro en la mano. Yo ya sabía que él no soportaba el tabaco. De hecho yo intentaba no fumar cuando estaba con él para no hacerle toser. No se por qué insistía en pretender parecer un fumador. Nunca se lo dije, pero yo hacía años que sabía que él no fumaba. Cosas de hombres supongo...

Estuvimos hablando un buen rato y al final dejó caer que se había dado cuenta del vestido que llevaba. El muy bobo me dijo que parecía una ¡princesa!... Me dio un ataque de risa tan fuerte que casi me caigo del taburete... Hablamos de las tonterías de siempre y al final me dijo que me acompañaba a casa. ¿Qué diablos tenía que decirle para pasar la noche juntos?

  • Hasta el año que viene – me dijo.

lunes, 4 de octubre de 2010

IIª Parte. El secreto de Pati, 2

Menuda bronca me soltó la boba de Sandra nada más oír el nombre de Andrés. Yo la quiero mucho, pero hay momentos en los que me da la sensación que se transforma en un enjambre de moscas y solo la oigo zumbar en torno a mis oídos. “Pati haz esto”. “Pati, tienes que venir”. “Pati no vayas”. En serio, que a veces no hay quien la aguante.

Al final decidí que podíamos tener planes diferentes y le dije que ella hiciese lo que le diese la gana, que yo me iba con Andrés. Ya no protestó más aunque me miró con cierto odio cuando le dije que yo también me iba a poner el vestido rojo. Las dos usábamos la misma talla y solíamos compartir la ropa. Cuando alguna vez comprábamos lo mismo nos prometíamos que no nos lo íbamos a poner para salir juntas.

Llegué al bar donde Andrés y yo solíamos vernos todos los veranos. Debían ser casi a las 12. Era un lugar al que yo ciertamente no hubiese entrado nunca, pero creo que a Andrés le gustaba. Además del mal gusto de la decoración y la música se sumaba el ridículo nombre que año tras año iba mejorando. El de esta temporada, -insuperable-, era: “Baño”. ¿A quién se le había ocurrido? ¿Qué de atractivo tiene decirle a alguien “nos vemos en el Baño”, o “quedamos en el Baño”? A Andrés creo que esta vulgaridad le hacía gracia. No me sorprende que Sandra no quisiera venir. En esto al menos le daba la razón.

Cuando entré en el “Baño” ya se había formado la neblina de humo tan característica del local. Al fondo estaba él con una copa y un cigarro en la mano esperándome. No se cómo lo hacía pero siempre se ponía al fondo del local, obligándome a pasar por delante de todos los mirones y musculitos de playa.