miércoles, 5 de mayo de 2010

Directo. Breve. Conciso

En ocasiones el lenguaje puede ser complicado, rebuscado, enfarrago-so. A menudo las palabras se nos amontonan en la mente, o en la garganta, y no encontramos el concepto al que nos queremos referir. Para esas ocasiones en las que tenemos la palabra "en la punta de los labios" se recomienda traer el sonido de una de las letras que recordamos que compone dicha palabra, o mejor aún: empezar a recitar palabras similares, o de igual significado.

¿Nunca les han dicho: "empieza por T", o "lleva una J"? Créanme: funciona.

Con eso normalmente, y una pizca de ayuda (e inteligencia, todo hay que decirlo), es muy posible que sea suficiente para que nuestro interlocutor capte el mensaje, e incluso nos apunte la palabra que estamos intentando rescatar de nuestra cabeza.

En la adolescencia, (aquella época en la que uno sale de casa sin verificar si lleva llaves, documentación o dinero), estos episodios son comunes en la mayoría de jóvenes. Y son mucho más habituales si se trata de hablar en una cita con la persona que nos gusta, o llega el momento "de declararse".

Desconozco si era la primera vez que alguien hacía una declaración de este tipo en la foto de la pintada que hoy les traigo, pero me encantó descubrir una niñería semejante.

En nuestro mundo loco de jóvenes y adolescentes que hacen barbaridades y las graban en el móvil (...), esta chiquillada inocente, inocua y llena de ternura, no crean que les exagero si digo que casi me emociona.

Un mensaje breve, directo y conciso. Nada de rodeos. Sin duda lo mejor para estos casos.

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