lunes, 29 de noviembre de 2010

Epílogo

Vanesa entró en la habitación sin hacer apenas ruido, aunque su presencia no había pasado en absoluto desaperciba por el personal médico y sanitario del hospital. Era una rubia auténtica de ojos verdes. ¿O eran azules? Llevaba el pelo recogido en una especie de moño detrás de la cabeza, sujeto con uno de esos pinchos diseñados para ello. Vestía unos vaqueros y una camiseta blanca de tirantes.

Se acercó a la cama donde estaba Andrés. Él seguía inconsciente. Todavía no se había recuperado de su accidente, aunque ya hacía dos días que se había caído por las escaleras de la casa de Sandra.

El doctor Del Tell en esos momentos estaba terminando su ronda y anotaba la evolución del paciente en su libreta.

  • Buenos días – dijo Vanesa.
  • Buenos días – dijo él.

El doctor Joan M. Del Tell era un joven especialista en problemas traumatológicos relacionados con el cerebro. Se había licenciado en la autónoma de Barcelona y eventualmente se encontraba en este hospital realizando algunos trabajos para mejorar su currículo. Era muy joven pero sus avances intuían un futuro prometedor con importantes logros para su campo de estudio.

  • ¿Se pondrá bien? – le dijo ella.

Vanesa Más era una joven poco común. Era una chica inteligente, muy guapa y atractiva, tanto como para ser una bailarina semiprofesional de danza del vientre. Hacía casi cuatro años que conocía a Andrés.

  • No lo creo – contestó el doctor – Sufrió un fuerte traumatismo en el cráneo y es posible que no despierte, o que lo haga con graves secuelas. ¿Ustedes son familia?
  • Más o menos. Es mi novio.

FIN

lunes, 22 de noviembre de 2010

IIIª Parte. El vestido rojo, 4

Los vecinos no tardaron en asomarse a la escalera para ver qué había ocurrido. Don Tomás, el señor del tercero B, salió con su cámara de video. Su mujer me preparó una tila mientras intentaba taparme un poco con una toalla de playa. Creo que le preocupaba más cómo iba vestida yo que ver a Andrés tirado al final de las escaleras. Me felicitó por haberle empujado y me dijo que seguro que se lo merecía. Tuve que decirle que la toalla no era necesaria y que me dejase en paz. No me hizo caso. Creo que estaba sorda.

Enseguida llegó la tele y casi al mismo tiempo la policía y una ambulancia. Salieron los camilleros mientras la policía acordonaba la zona. Todos eran muy amables conmigo. Uno de los policías me dijo que le acompañase para hacerme algunas preguntas.

Paso un buen rato. Quizá una hora. Estaba con un policía dentro de una furgoneta cuando vi que llegaba Pati. Verla viva no me asombró ni me molestó más que comprobar cómo otra vez había cogido mis deportivas. Andaba rápido cogida del brazo de Jorge. Podía ver claramente que estaba nerviosa, tal vez preocupada. Los dos estaban sorprendidos por todo lo que se había montado allí. La policía les dejó pasar. Pati les había dicho que éramos familia. Nada más oír eso me recordó cuánto la odiaba. Llegaron hasta donde yo estaba y Pati cogió mi mano. Me preguntó si estaba bien. Le contesté que sí.

-¿Y vosotros dos?- le dije a Pati extendiendo mi duda por su brazo hasta el abrazo de Jorge.

-Juanito acababa de llamarme y me ha dicho que algo pasaba en tu piso. Me ha dicho que había venido la policía y una ambulancia – dijo él.

-¿Qué ha pasado, prima? ¿Tú estás bien? - insitió Pati.

Sentí ganas de lanzarme sobre su cuello y arrastrarla de los pelos hasta la puerta del apartamento, en el segundo piso, solo para empujarla y dejarla caer como había hecho con Andrés. No sé por qué no lo hice, porque en aquel momento me parecía una idea excelente. Cerré los ojos y traté de concentrarme en lo ocurrido en las últimas horas. Respiré profundo y le contesté:

-Yo estoy bien, Pati. Andrés se ha caído por las escaleras. ¿Cómo es que vosotros dos vais juntos? - le dije a Jorge-

-Hay que probarlo todo en esta vida -contestó él burlón-

La miré a ella y vi cómo no podía ocultar una risita boba. Consideré en ese momento que arrastrarla a ella sola hasta el segundo piso no era suficiente, y que tendría que hacer otro viaje para cargar con Jorge también y empujar a ambos por las escaleras. Aquello sin duda era lo más acertado, aunque había un problema: uno de ellos caería sobre el otro amortiguando así el golpe y la caída... Pensé que sería mejor pedirle una pistola a alguno de los policías que allí había.

El policía amable me dijo que teníamos que irnos. Era guapo. Miré su manos y no vi que llevase anillos. Quizá era soltero. Subimos al coche y nos alejamos del apartamento. Por la ventanilla pude ver cómo Pati abrazaba a Jorge. Se besaron mientras las luces de colores simulaban fuegos artificiales.

Definitivamente el próximo verano no la dejaría venir para pasar las vacaciones conmigo en mi apartamento.

FIN de la III PARTE

lunes, 15 de noviembre de 2010

IIIª Parte. El vestido rojo, 3

Pati no estaba en el apartamento, y eso no era buena señal para una sosa como ella. Quizá el plan de Jorge no había salido bien y ella y Andrés habían terminado juntos. Quizá ahora estaban los dos abrazados en algún rincón de la playa.

Les estaba maldiciendo mientras caminaba hacia el baño cuando vi el vestido de Pati tirado sobre la cama. Quise acercarme para comprobarlo y tropecé con un zapato suyo que estaba en el suelo. Eran los tacones que más le gustaban a Pati y estaban tirados por en medio de la habitación. ¿Qué hacían sus zapatos preferidos, los que había elegido para aquella noche, allí tirados?

Sonó el timbre de la puerta, el del portal de la calle. Ese debía de ser Jorge que había vuelto para que no pasase sola la noche. Me alegré al pensar que fuese tan cabezota y que hubiese decidido insistir en hacerme compañía porque me estaba empezando a asustar. Abrí la puerta y salí al pasillo para recibirle.

El pasillo estaba en penumbra, iluminado con la luz de las farolas que entraba por los ventanales que daban a la calle. La luz era escasa pero suficiente para ver perfectamente que quien subía no era Jorge, sino Andrés. Me quedé blanca, pálida. No quise sacar conclusiones y le pregunté dónde estaba mi prima. No respondió pero se le escapó una pequeña risa, casi histérica. Empecé a gritarle preguntándole dónde estaba ella.

Andrés todavía debía de estar borracho, o posiblemente drogado, porque únicamente me contestaba “Sí, sí”, “Te quiero”, “Te he querido siempre”.

Vi entonces con gran sorpresa que llevaba la camisa y las manos manchadas de sangre. Empecé a gritar y le empujé por las escaleras. Se cayó. Bueno... le empujé. Creo que ni siquiera se dio cuenta de que se estaba cayendo. Seguía sonriendo y gritando que me quería. Vi cómo caía y oí cómo algo le crujió al llegar al suelo. No se si fue una pierna o tal vez el cuello. Él seguía sonriendo.

lunes, 8 de noviembre de 2010

IIIª Parte. El vestido rojo, 2

Casi al mismo tiempo que Pati salía, vinieron a recogerme Jorge y sus amigos. Nos fuimos a las calas de la playa. Allí estuvimos bebiendo y bailando como hacíamos todos los fines de semana. Jorge era ese amigo gay que siempre estaba para lo que pudiera necesitar. Le conocía de toda la vida. Me vio triste y me preguntó qué me ocurría.

  • Ya lo sabes – le dije - Lo de siempre: Pati está pasando la noche con Andrés.

  • ¿Todavía se ven en el centro?

  • Sí. Donde todos los años... ¿Cómo se llama ahora?

  • “Baño”

  • Sí, es verdad

Nos miramos Jorge y yo y empezamos a reír como pocas veces suele reír uno. ¿Cómo habían sido capaces de quedar en un lugar que se llamaba “Baño”? En serio, que los dos eran increíbles. Jorge sí que era un buen amigo. Estuvimos hablando un buen rato e intentó que no pensase en Andrés. Se lo agradecí mucho pero no podía hacer nada más. De pronto me dijo que podía ayudarme. Unos amigos suyos solían ir mucho por allí, e incluso él mismo era muy buen amigo del camarero. Me dijo que podía echarme una mano. Me convenció y le faltó tiempo para llamar a Juanito, quien resulta que había sido su novio durante algunos años.

  • Ya está hecho – me dijo-. Tu amigo Andrés esta noche solo va a dormir. Será mejor que le pongas un mensaje a Pati para que no sospeche.

    Así lo hice. Cogí el móvil y le envié un mensaje a Pati para que se viniese a la playa con nosotros. Añadí que también podía venir con Andrés. Pulsé la tecla de enviar y los minutos entonces pasaron a ser eternos. Pati no contestaba y yo no podía dejar de mirar el reloj. Necesitaba una respuesta de Pati, y además quería saber si Andrés se encontraba bien. En el fondo me arrepentía un poco de la participación de Jorge, aunque él me aseguraba que no había de qué preocuparse... Aunque éramos muy amigos su sonrisa picarona me hacía desconfiar.

    El reloj ya marcaba casi las dos cuando decidí que era suficiente por este año. De nuevo yo había perdido y la boba de Pati podía quedarse con Andrés. Le dije a Jorge que me llevase a casa y así lo hizo. Me dejó en la puerta y se marchó aunque no sin intentar antes acompañarme para tomar una última copa. Le di las gracias y un beso y nos despedimos hasta el siguiente fin de mañana. Estaba muy cansada y quería descansar. Por fin estaba en casa.

  • martes, 2 de noviembre de 2010

    IIIª Parte. El vestido rojo, 1

    Por fin es día 31. Por fin es final de mes. Hoy terminan las vacaciones de la prima Pati, y además coincide con la fiesta de fin de verano que organiza Jorge. Le he dicho a Pati que podíamos pasar la noche en las calas y me ha dicho que no. No la aguanto. Menos mal que hoy se marcha. La muy cursi se ha pasado los quince días tomando el sol como una tostada. Apenas hemos ido cuatro días al centro comercial, las dos juntas de compras, y encima terminó cogiendo la misma ropa que yo. No la aguanto. Espero que no vuelva el verano que viene.

    ¿Y Andrés? ¿No se da cuenta? Él no la hace ni caso, y ella siempre anda detrás de él. No se quién de los dos es más penoso. Les odio a los dos. A veces creo que los encerraría juntos y los mataría a los dos. Les cogería y, y... Me faltan las palabras... Pero...

    Vale, es mentira. No los mataría. No a los dos. Solo a ella. A él, a él... A él le he querido desde el primer día que le vi. Sus ojos, su pelo, sus brazos fuertes, sus camisas siempre medio abiertas... Ese rizo muy de los 80 que le baila sobre la ceja izquierda, su voz, su sonrisa...

    He contratado todas las promociones estúpidas que ofrece el mini-banco donde trabaja. Constantemente froto las tarjetas de crédito con el móvil para poder pedirle que me haga una nueva. Incluso he llegado a atascar el cajero para que tenga que salir a ayudarme... Siempre hago que me atienda él, y él no se da ni cuenta. Siempre me pregunta por Pati: “¿Y tu prima? ¿Y Pati? Solo faltan 8 meses para que vuelva... Solo faltan 6 meses... Solo faltan 2 meses...” Le odio, le..., le...

    No es verdad. Le quiero. Y no se dan cuenta ni él ni la estúpida de mi prima. No se cómo se me ocurrió presentarlos. Ojalá no lo hubiese hecho. Ojalá mi prima no hubiese venido nunca a verme ni a pasar aquí sus vacaciones. Ojalá... Da igual. Ya no me importa.

    Eran las 12 y casi había conseguido que Pati llegase tarde a su cita. Yo estaba terminando de vestirme para quedar con los chicos de la cala y ella se dio cuenta de cómo me quedaba el vestido rojo, el mío. Vio cómo iba yo y decidió ponerse el mismo vestido. Esta chica nunca tuvo mucha personalidad... Es increíble que seamos familia.